Desayunar o no Desayunar

La dietoterapia clásica nos enseña a comer durante todo el día a todas horas, desde que nos levantamos hasta que nos acostamos basándose en la necesidad de comer con frecuencia.

Muchos profesionales (médicos y nutricionistas) parecen estar convencidos de que el desayuno no solo es necesario sino que es la comida MÁS IMPORTANTE del día, declarando el ayuno como una práctica peligrosa con el respaldo y orgullo de las empresas del desayuno, las mismas cargadas de hidratos y azúcares refinados y bajas en grasas saludables y proteínas. De hecho, se considera una barbarie salir de casa sin desayunar alegando que si no comes no contarás con energías suficientes para afrontar el día.

ARGUMENTOS A FAVOR DEL DESAYUNO

El primer argumento que se utiliza para apoyar la importancia del desayuno es que sin él, nuestro cuerpo no puede realizar las funciones vitales del día a día, en otras palabras, desayunar es fundamental para no parecer un "zombie". Esta idea emana de la creencia de que tras dormir estamos en un estado crítico debido al intenso ayuno que supone las aproximadamente 8 horas de sueño, y es lógico proporcionar alimento al cuerpo para que este regrese a la normalidad y así evitar que se canibalice a sí mismo en ese estado tan extremo.

Por otro lado, existe el argumento de que después de tan prolongado y exhaustivo ayuno, nuestro organismo entra en "modo supervivencia" (estado del cuerpo ocasionado por un largo periodo de ausencia de alimento) y este mecanismo es espectacularmente eficaz para evitar nuestra muerte.

El cuerpo es una máquina eficiente, con capacidad de adaptarse a las adversidades de forma ejemplar.

¿NECESITAMOS DESAYUNAR?

Todo lo mencionado anteriormente existe y es una realidad, pero solo en etapas de escasez de nutrientes el cuerpo iniciará las adaptaciones metabólicas para reducir el desfase energético, siendo absurdo afirmar que se activarán tras 8 horas sin comer.

Una simple reflexión sobre la historia del ser humano nos enseña que el ayuno ha sido un fiel compañero de viaje y no es de extrañar que nuestro cuerpo esté adaptado para soportar periodos de ayuno de corta y media duración sin originar graves consecuencias para nuestro organismo, periodos más largos que las 7-8 horas de sueño. Si pensamos detenidamente, el ser humano es ser humano desde hace unos 200.000 años y el modo de alimentación actual (Occidente) con 5 comidas diarias, altas en hidratos... se remonta a tan solo unos 60 años. También cabe destacar que la primera comida del ser humano prehistórico no era precisamente justo al levantarse, ya que debían buscar y cazar su comida a diferencia del ser humano actual que dispone de una despensa repleta de alimentos procesados y una nevera perfecta para guardar todo aquello de difícil conservación.

Gracias a la evolución, nuestro cuerpo está perfectamente adaptado y preparado para afrontar el ayuno. En ausencia de alimento, nuestro cuerpo aumenta la producción de hormonas (adrenalina y noradrenalina) encargadas de estimular el sistema nervioso central y así "activarnos" con la finalidad de buscar comida, al contrario de los argumentos anteriormente mencionados que afirman quedarnos sin fuerzas ni energías. Si nuestros antepasados no hubieran sido capaces de afrontar el ayuno activándose para cazar y alimentarse, nuestra especie estaría extinta.

De lo contrario, si este periodo se mantiene de forma prolongada, nuestro cuerpo (ahora sí) comenzará a sufrir las consecuencias que todos temen, pero para que esto suceda debemos mantener un ayuno de aproximadamente 60 horas, lo que se traduce a no comer durante más de 2 días y medio, algo totalmente impensable y prácticamente imposible a día de hoy. Y para rizar el rizo, las 8 horas de sueño ni siquiera se pueden considerar ayuno per sé, porque nuestro organismo necesita tiempo para digerir los alimentos y posiblemente las 8 horas de ayuno sean realmente 6 horas.

DESAYUNO, OBESIDAD Y RENDIMIENTO

La falta de desayuno se relaciona con una disminución del rendimiento (mayormente académico en escuelas) y un aumento del peso, pero esto es falso y correlación no siempre indica causalidad. 

El hecho de ayunar no afecta a nuestro rendimiento provocando un aplatanamiento como ya hemos visto. Estamos diseñados para "activar" nuestro cuerpo en ausencia de nutrientes con el fin de promover la búsqueda de alimento, pero si acostumbramos al cuerpo a comer a una hora determinada... el reloj será innecesario para saber la hora de la próxima comida. Nuestro cuerpo puede ser una "alarma" perfectamente programada para generar hambre, aunque no exista, como si de un interruptor se tratase.

Todas las personas acostumbradas a comer en la madrugada, activarán la "alarma" generando sensación de hambre siendo necesario saciarla. Si esta persona decide no desayunar, sufrirá las consecuencias derivadas del hambre irreal al no ingerir ningún alimento cuando nuestro cuerpo lo pide. Estas consecuencias se extrapolan a una disminución del rendimiento y a un aumento del peso, siendo la primera (disminución del rendimiento) completamente normal porque al eliminar una comida la cual estamos acostumbrados, origina una sensación desagradable, el hambre, y si se mantiene es lógica pura que el rendimiento en el trabajo o la escuela disminuya al ser sumamente difícil concentrarse cuando nuestro cuerpo busca únicamente ingerir el alimento que ha faltado en su hora programada. Esto se observa en estudios donde se obligaba a ayunar a niños acostumbrados a desayunar y los resultados eran medidos a corto plazo, por lo que es de esperar un empeoramiento del rendimiento al obligar a un niño a ayunar cuando tiene por costumbre comer en la madrugada, activando la "alarma" de su cuerpo impidiendo pensar en nada excepto comida. Esto no es equivalente a una persona fisiológicamente adaptada a realizar el ayuno al no presentar hambre en la mañana, es más, las supuestas bajadas de rendimiento en los niños que no desayunan no han podido ser confirmadas en estudios recientes a largo plazo, más grandes, con más personas y con seguimiento durante años. Pero independientemente de si esto fuese cierto o no, es más importante la salud de las personas que el concepto de rendimiento creado tan arbitrariamente basándose en la disminución de una décima de un punto en un test o en sus notas finales y usarlo como argumento.

Lo único que demuestran estos estudios a corto plazo, es que los niños acostumbrados a desayunar sufren si les quitas el desayuno de golpe. El metabolismo necesita de tiempo para adaptarse, porque los ritmos neuroendocrinos se amoldan y es de esperar una "pájara" inicial.

Todo lo expuesto como problemas nutricionales a raíz de la ausencia del desayuno, son realmente diferencias socioestructurales. Por ejemplo, los niños más pobres presentan mayores tasas de sobrepeso y un rendimiento pésimo en las escuelas, a diferencia de sus compañeros procedentes de familias con un nivel socioeconómico alto.

Por tanto, la causa del sobrepeso y el pésimo rendimiento de los niños no se debe a una falta de desayuno, sino al nivel socioeducativo y socioeconómico. Estos niños y por ende sus padres, son más sedentarios, tienen mala alimentación, hacen mayor uso de las tecnologías (TV, Móvil, Ordenador...), descansan peor, etc... Como ya he comentado anteriormente, correlación no significa causalidad y los niños que no desayunan provienen de familias con nivel socioeconómico bajo a diferencia de los que sí desayunan y estos mismos niños de familias pobres sacan peores notas. Además, podemos encontrarnos con una causalidad inversa y es que las personas que tienen sobrepeso u obesidad comienzan a ayunar, siendo un problema al interpretar que el incremento de la grasa es derivado por una falta de desayuno, cuando lo que sucede es todo lo contrario. El ayuno no causa sobrepeso, el sobrepeso ocasiona que la persona decida eliminar el desayuno.

A día de hoy contamos con estudios donde se obliga a niños que no desayunan a desayunar y observamos cómo estos niños acostumbrados a no realizar esta comida engordan al incorporar el desayuno, al contrario de lo observado en personas que realizan ayuno intermitente resultando más eficaz para disminuir el peso o mejorar la resistencia a la insulina a diferencia de una dieta hipocalórica.

En resumen, el desayuno no es la comida más importante del día aunque lo impongan las industrias alimentarias con el fin de grabarlo en nuestras mentes y esto no es ningún misterio, porque después de todo lo visto desde el principio de esta publicación y a pesar de todo lo que nos cuentan, no existe evidencia de que desayunar sea necesario, ni ayude a adelgazar y mucho menos que mejore nuestro rendimiento intelectual. Es más interesante intervenir en la pobreza invirtiendo en la socioeconomía para mejorar el rendimiento infantil, que malgastar nuestros recursos con soluciones irónicamente perjudiciales. Por desgracia eso no es beneficioso a nivel económico para las sociedades médicas que, ocultas tras las sombras de sus propias mentiras, nos engañan con la finalidad única de ganar dinero con la venta de productos biomédicos y es que la contundencia de sus afirmaciones se tambalea sobre sus evidencias poco concluyentes. Nunca encontraremos pruebas que respalden la necesidad de una persona a desayunar, siendo por tanto una persona deshonesta si informa de lo contrario y como infortunio se exige más a quien cuestione las afirmaciones oficiales que han sido implementadas como si de un dogma se tratara, mientras que aquellos que establecen guías y protocolos no se les exigen evidencias de ningún tipo.

La epidemia del sobrepeso y la obesidad, junto con todas las enfermedades que emanan de ella (diabetes, apnea del sueño, enfermedad coronaria...) no es debida al ayuno, sino a cebar como corderos dirigidos al matadero a los niños y adultos llamando "saludable" al banquete de dulces que compone el desayuno prototipo y defendiendo a capa y espada las 5 comidas al día abandonando así a nuestro fiel compañero de viaje que ha sido el ayuno y dando la espalda a todos sus beneficios.

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